Marcos Roitman Rosenmann: Abuso de poder, acoso y agresión sexual
El poder es una relación social asimétrica, supone obediencia y disciplina. Cuando recurre a la fuerza física lo identificamos como violencia del más fuerte. Su ejercicio, si se encuadra en un orden político, presupone reglas. Sea en un aula, un cuartel militar, una empresa, un partido político, en los tribunales de justicia, la Iglesia o la familia, sus mecanismos están acotados por el respeto al estudiante, el soldado raso, el monaguillo, los hijos, el imputado y las víctimas. Tiene límites. De ahí que diferenciemos sus formas: poder absoluto, despótico, discrecional, arbitrario o legítimo. Si actuamos bajo un ordenamiento democrático, debe ser auditado. Cuando no se respetan las leyes, el poder democrático se corrompe y tiene un nombre: abuso de poder. Para las víctimas, supone dolor e impotencia. Si un juez rompe la imparcialidad, prevarica. Con denuncia o sin ella, pocos jueces son apartados de la carrera judicial, se protegen. En la Iglesia, los curas pederastas se amparan en el silencio de sus correligionarios. En la universidad cuando a un profesor le imputan delitos de acoso sexual, son protegidos por el espíritu de cuerpo.
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